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Los mercados globales transitaron una jornada marcada por señales claras de enfriamiento en el mercado laboral estadounidense y una creciente convicción de que la Reserva Federal recortará su tasa en la reunión final de 2025. El dato de empleo ADP —la mayor contracción de nóminas privadas desde comienzos de 2023, con una pérdida de 32.000 empleos frente a expectativas de un incremento cercano a 10.000— reforzó la percepción de que la demanda laboral se ha moderado lo suficiente como para justificar un tercer recorte consecutivo, incluso con una inflación aún por encima de la meta.
Para los mercados, este deterioro marginal sigue siendo el motor central del ajuste en la curva soberana de EE.UU., que llevó los rendimientos a dos años por debajo del 3,5%, debilitó al dólar y apoyó un nuevo avance del S&P 500, que sumó su séptima subida en ocho sesiones hasta aproximarse a los 6.860 puntos.
El repunte bursátil mostró matices: más de 350 acciones del S&P 500 cerraron al alza, pero la debilidad de varios megacaps —incluida Microsoft, que retrocedió hasta 1,5% tras reportes de menores proyecciones en ingresos de su marketplace de modelos y agentes de IA— evidenció lo estrecho del liderazgo del mercado. Aun así, emergió un cambio narrativo relevante: el rally empieza a apoyarse también en sectores cíclicos como los metales industriales, impulsados por la debilidad del dólar y señales persistentes de estrechez de oferta. Todo ello ocurre mientras el mercado internaliza que la Fed podría iniciar en diciembre un ciclo de recortes más pausado, pero probablemente más profundo que lo previsto semanas atrás.
En renta fija, la reacción fue más contundente. La combinación de un mercado laboral más débil, precios pagados del ISM de servicios en su nivel más bajo en siete meses y un FOMC dividido generó compras a lo largo de toda la curva. En el mercado cambiario, el dólar cayó frente a todas las principales divisas, especialmente contra el yen, en medio de expectativas de un Banco de Japón más restrictivo que ampliaría los diferenciales de tasas.
La debilidad del dólar impulsó también a los metales preciosos —con oro y plata cerca de máximos históricos— y al Bitcoin, que superó los USD 93.000 apoyado en mayor liquidez y reposicionamientos sistemáticos tras la corrección reciente.
En materias primas, el protagonismo volvió a recaer en el cobre. Su narrativa estructural —alimentada por la demanda de inteligencia artificial, centros de datos y electrificación— se combinó con un dólar más débil y señales de persistente escasez global. El impacto es especialmente notable en América Latina: el IPSA sigue marcando máximos históricos y el peso chileno se aprecia ante mejores perspectivas fiscales si los precios del cobre se mantienen sobre USD 5 la libra. En Colombia, el peso acompañó la debilidad del dólar, mientras que en México la moneda operó con mayor estabilidad.
La gran pregunta ahora no es si la Fed recortará en diciembre —eso ya está prácticamente descontado— sino qué vendrá después. El comité luce dividido y, aunque el ala más dovish parece tomar protagonismo, el camino hacia 2026 se perfila más espaciado y menos uniforme de lo que hoy descuentan los futuros. El relato dominante para los próximos meses combina un optimismo táctico —basado en tasas más bajas y un dólar debilitado— con mayor cautela ante un 2026 en el que política monetaria, fiscal y electoral se entrelazarán con mayor complejidad.
Hoy se publicarán las cifras de solicitudes iniciales de desempleo correspondientes a la última semana de noviembre, junto con las órdenes de bienes durables de septiembre, dato rezagado debido al cierre parcial del gobierno. Aunque ambos indicadores son relevantes para monitorear la dinámica macroeconómica de EE.UU., es poco probable que alteren la expectativa ampliamente consolidada de un recorte de tasas por parte de la Fed en su reunión de diciembre.
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