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El primer día bursátil del trimestre abrió con la noticia del cierre parcial del gobierno estadounidense, y los mercados rápidamente ajustaron sus expectativas en torno a tres factores principales. El primero está relacionado con una Reserva Federal que posiblemente se vea obligada a reaccionar con menor información por la falta de datos oficiales. El segundo corresponde a una mayor búsqueda de activos de refugio financiero, como los bonos del Tesoro norteamericano y activos más defensivos. Finalmente, un dólar que responde más a la incertidumbre política que a las sorpresas macroeconómicas puntuales.
Con gran parte de las agencias federales cerradas —y el riesgo de retrasos en cifras clave como el reporte de empleo del viernes— los inversionistas recurrieron a indicadores y encuestas privadas para evaluar crecimiento e inflación, y a la orientación futura de la Fed para calibrar el calendario de recortes. En este sentido, destacó el informe ADP, que mostró pérdidas netas de empleo en septiembre, mientras que los índices manufactureros apuntaron más a una lenta estabilización que a un repunte claro. Esa combinación adelantó expectativas de recortes, debilitando al dólar y ejerciendo presión a la baja sobre las tasas del Tesoro. De hecho, la probabilidad implícita en los precios de los activos financieros de que ocurra un recorte en octubre es de 99%, y para diciembre aumentó a casi 88% a raíz de la debilidad en las cifras de empleo.
Pese a la sorpresa negativa del informe ADP, las bolsas reaccionaron positivamente gracias a la expectativa de una eventual resolución del impasse fiscal en EE.UU. y de mayores recortes por parte de la Fed. Así, los sectores que lideraron el desempeño del S&P 500 fueron salud y megacaps con alta sensibilidad a los tipos de interés, mientras que materiales y financiero quedaron más rezagados.
Las tasas y los metales preciosos ofrecieron la lectura más directa. Con mayor probabilidad de recortes y un panorama político enmarañado, la curva de rendimientos estadounidense retrocedió en todos sus tramos, con mayores caídas en la parte corta, como suele ocurrir cuando se internaliza una política monetaria más flexible. Lo anterior continuó favoreciendo al oro, que marcó nuevos máximos históricos gracias a la combinación de mayor demanda por activos de refugio y un dólar más débil. Asimismo, dicho metal sigue beneficiándose de las fuertes compras de bancos centrales y de flujos constantes hacia ETFs. A su vez, metales con alta correlación al oro, como la plata, acompañaron el movimiento, reforzando la amplitud del apetito por estas materias primas.
Por su parte, el petróleo extendió las caídas de días anteriores debido a la expectativa de mayor entrada de producción de la OPEP+ en un contexto de crecimiento y demanda global moderados. A ello se sumó el aumento de inventarios de crudo en EE.UU. en 1,8 millones de barriles, reafirmando la percepción de que el consumo se ha ido moderando. Cabe destacar que, para los activos de riesgo, un petróleo más bajo actúa en dos direcciones: por un lado, contribuye a moderar las expectativas inflacionarias y con ello apoya la expectativa de bajas de tasas; pero, por otro, refleja dudas sobre el impulso de crecimiento, reforzando la preferencia por defensivos y activos de refugio. En metales básicos, el cobre se mantuvo firme apoyado por disrupciones en Indonesia y rezagos de producción en Chile, aun cuando los PMI globales sugieren cautela antes de un verdadero ciclo de demanda.
En divisas, la debilidad del dólar dio espacio a que monedas emergentes de alto carry, particularmente en Latinoamérica, siguieran apreciándose. El peso mexicano se vio favorecido tanto por el retroceso del dólar como por la percepción de que Banxico seguirá un camino de “relajación medida”. En Chile, el peso se fortaleció en línea con el repunte de los metales y la debilidad de las cifras de empleo en EE.UU., aun cuando el IMACEC de agosto estuvo bajo lo esperado. Brasil fue el contrapunto: sus acciones retrocedieron ante la persistente preocupación fiscal, recordando que los riesgos domésticos aún pesan
De cara al futuro, los inversionistas deberán seguir operando con falta de información debido a las limitaciones en la publicación de datos macroeconómicos como consecuencia del cierre parcial del gobierno estadounidense. En este sentido, si los datos oficiales se retrasan, encuestas privadas e indicadores de alta frecuencia tendrán mayor peso en el pulso de los mercados. De todos modos, en la medida en que dichos datos alternativos apoyen la tesis de mayores recortes por parte de la Fed, es esperable seguir observando presión a la baja en los tipos de interés norteamericanos, depreciación del dólar e incrementos en materias primas como el oro y la plata. En cuanto a las cifras macroeconómicas, quizá la atención se centre en la encuesta de empleo Challenger, dado que publicaciones como las solicitudes iniciales de desempleo y las órdenes de bienes durables se verán afectadas por la situación fiscal que atraviesa EE.UU.
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