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Ayer los mercados abrieron con un solo factor dominando la narrativa: la incertidumbre presupuestara en Washington. Con un cierre parcial del gobierno estadounidense amenazando justo al inicio del nuevo año fiscal, los inversionistas se refugiaron en la clásica jugada del “data delay”. Es decir, si el cierre retrasa publicaciones clave como las nóminas no agrícolas, la lectura de corto plazo para la Fed se vuelve más difusa y no obstante la probabilidad de un recorte en octubre sigue sobre la mesa. Dicho contexto debilitó al dólar, generó presión a la baja en las tasas del tesoro y mantuvo un tono constructivo en la renta variable global, nuevamente liderada por las mega-cap tecnológicas y los semiconductores bajo el impulso de “tasas más bajas, duración más larga”.
La búsqueda de refugio y menores expectativas de tasas reales dieron alas a los metales preciosos. El oro marcó nuevos récords, un rally difícil de atribuir sólo a factores técnicos cuando tanto la narrativa de política monetaria (altas probabilidades de recorte el próximo mes) como el riesgo político apuntan en la misma dirección. Plata y platino se sumaron al movimiento, reflejando la amplitud de la demanda en el complejo de metales. Si el dólar sigue cediendo y los datos efectivamente se retrasan, los compradores en las caídas del oro mantendrán la ventaja.
La energía contó la historia opuesta. El crudo retrocedió tras el reinicio de los flujos desde algunas regiones de Irak y con el mercado incorporando la expectativa de un nuevo aumento de producción de la OPEP+ en noviembre. Esa combinación —más barriles en el mercado y un pulso global de crecimiento menos vigoroso— presionó al complejo y arrastró a las acciones del sector. De confirmarse la mayor oferta en la reunión de OPEP+, cualquier rebote en el petróleo se enfrentará con ventas, salvo que la geopolítica contrarreste dichas presiones a la baja.
En metales básicos, el choque entre factores micro y macro fue evidente. El cobre reavivó su caso alcista de mediano plazo por noticias de oferta — la prolongada interrupción en la mina Grasberg de Indonesia ha llevado a varios expertos a ajustar sus proyecciones del balance de oferta y demanda de cobre en el 2025—, aunque el dólar más débil pesó más hoy que los datos de crecimiento. Si la escasez persiste hacia el cuarto trimestre mientras en un contexto de un dólar más depreciado, la sensibilidad del cobre a cualquier señal de estabilización en China podría aumentar.
En América Latina, México siguió mostrando un escenario macro más despejado: el recorte de 25 pb aplicado por Banxico la semana pasada y una inflación todavía benigna mantuvieron el apetito por riesgo local, con el índice accionario rondando máximos históricos mientras el ruido del shutdown en EE.UU. diluía la presión compradora sobre el dólar. En el corto plazo, la combinación de política monetaria más laxa y un USD más débil favorece tanto al peso como a la renta variable—al menos hasta que un enfriamiento en EE.UU. empiece a filtrarse en exportaciones y remesas.
Chile fue la excepción de la región. Tras un rally durante gran parte de septiembre, el IPSA cedió en la subasta de cierre perdiendo los 9.000 puntos, más por dinámica de microestructura que por factores macro, aunque el panorama de fondo sigue atado al cobre y a los datos de actividad que se publican esta semana. Con la historia de oferta jugando a favor del metal rojo pero un crecimiento global desigual, la volatilidad en las acciones chilenas y el CLP debería seguir elevada. En Colombia, el tono fue más apagado, con titulares centrados en el peso y la rotación en acciones. Aquí también el camino de corto plazo depende en gran parte de la trayectoria de tasas en EE.UU. y de la beta al petróleo: si el crudo se mantiene estable y el dólar flojo, el COP tiene espacio para resistir; pero un shutdown prolongado que erosione el apetito por riesgo podría revertir ese escenario.
En los próximos días, los inversionistas estarán pendientes de tres fuerzas clave. Primero, la línea de tiempo del shutdown: si efectivamente retrasa datos que la Fed necesita evaluar, y dependiendo de su duración, el debate pasará a su impacto en el crecimiento. Segundo, la combinación de “relajación monetaria sin reaceleración económica”, que sostiene los activos de duración y potencia al oro. Y tercero, las historias de commodities—más oferta en petróleo y estrechez en el cobre—que inclinan la balanza sectorial día a día. Mientras Washington no logre un acuerdo limpio de financiamiento y las noticias de oferta en crudo no se reviertan, el régimen actual—USD débil, tasas más bajas y liderazgo de la IA—sigue siendo el camino de menor resistencia hacia el cierre de trimestre.
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