El S&P 500 y el Nasdaq retrocedieron en más del 1%, reflejando un claro deterioro en el sentimiento de mercado ante múltiples frentes adversos.
La sesión bajista se produjo en un contexto dominado por preocupantes señales de presiones inflacionarias, destacando particularmente el Índice de Precios del Gasto en Consumo Personal (PCE), medida clave seguida por la Reserva Federal (FED). El PCE subyacente registró un aumento mensual del 0.4%, marcando el mayor incremento desde enero de 2024 y superando las expectativas del mercado. A nivel anual, esta medida se aceleró hasta un inquietante 2.8%, indicando una persistente presión inflacionaria que podría complicar futuras decisiones de política monetaria por parte de la FED.
Paralelamente, los datos blandos han continuado deteriorándose considerablemente, lo que añade incertidumbre sobre la resistencia futura de los datos duros. El índice de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan cayó a 57, su nivel más bajo desde noviembre de 2022, debido a expectativas negativas sobre finanzas personales, desempleo e inflación. De hecho, dos tercios de los consumidores anticipan un aumento en la tasa de desempleo, reflejando un nivel de preocupación no visto desde la crisis financiera de 2009.
Gran parte de esta incertidumbre ha sido alimentada por las recientes políticas implementadas por la administración Trump, particularmente los recortes de gastos gubernamentales y las agresivas políticas comerciales. El último movimiento en este frente llegó con el anuncio de aranceles del 25% sobre autos y componentes automotrices importados, efectivos desde el 3 de abril. Esta medida ha generado una inmediata reacción negativa tanto en mercados locales como internacionales, anticipando mayores costos para consumidores estadounidenses y posibles represalias comerciales por parte de socios clave como la Unión Europea, Canadá, China, Japón y Corea del Sur.
A nivel sectorial, el consumo discrecional fue el más afectado durante la jornada del viernes, mientras que los servicios públicos demostraron una resiliencia relativa. Este desempeño desigual refuerza el argumento de un mercado defensivo, reflejando una creciente aversión al riesgo por parte de los inversionistas.
La conjunción de presiones inflacionarias, desaceleración económica y aumento de tensiones comerciales configura un entorno desafiante para la renta variable. En términos generales, las actuales condiciones apuntan hacia un escenario preocupante con tintes de estanflación: bajo crecimiento económico acompañado por una inflación persistente y un sentimiento económico que se deteriora rápidamente.
En conclusión, será clave vigilar de cerca tanto la evolución de los datos económicos duros como la respuesta internacional a las políticas comerciales estadounidenses. La gran incógnita para los próximos meses será si la actual fragilidad del sentimiento económico finalmente se trasladará a los indicadores económicos duros, afectando decisivamente a la renta variable.
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