Estos movimientos, que revierten las relativas presiones observadas la semana pasada, no es un hecho aislado, sino la consecuencia de una confluencia de factores macroeconómicos y geopolíticos que ponen en brillo el papel del metal precioso como un activo de protección.
El catalizador principal de esta revalorización se encuentra en la dinámica del mercado de divisas y de renta fija. La debilidad del dólar estadounidense, que ha caído a su nivel más bajo en más de una semana, actúa como un viento de apoyo directo para el oro. Un dólar más asequible reduce el costo de adquisición del metal para los tenedores de otras divisas, incentivando la demanda internacional.
Paralelamente, hemos estado observando una caída sostenida en los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense. El rendimiento del bono a 10 años ha descendido hasta el 4.34%, su quinta jornada consecutiva a la baja. Este descenso es crucial, ya que reduce el costo de oportunidad de mantener oro, un activo que no genera rendimientos. De manera interesante, después de un periodo en el que los bonos parecían haber perdido parte de su atractivo como refugio, aparentemente esta importante categoría de activos está presenciando su regreso a este rol. La creciente demanda de bonos, que deprime sus rendimientos, crea un círculo virtuoso que apoya directamente al metal dorado.
Este entorno de aversión al riesgo no surge en el vacío. Los mercados globales operan con una creciente cautela ante la inminente fecha límite del 1 de agosto, impuesta por la administración estadounidense para la aplicación de nuevos aranceles. La falta de resolución en las negociaciones comerciales con socios clave, principalmente la Unión Europea, y la incertidumbre sobre posibles gravámenes a otras naciones, alimenta una demanda estructural de activos de refugio. Si bien la tregua con China se mantiene hasta el 12 de agosto, el complejo panorama comercial en múltiples frentes mantiene a los inversores en vilo.
Desde una perspectiva técnica, la ruptura por encima de los $3,400 dólares es un hito clave. Este nivel había funcionado como una resistencia formidable, rechazando previamente al precio en múltiples ocasiones. Si el oro logra consolidar su posición por encima de esta marca, el análisis técnico de mayor amplitud sugiere que el próximo objetivo relevante a considerar se sitúa en la zona de los $3,700 dólares por onza, un nivel visible en el gráfico mensual que podría guiar la operativa en el mediano plazo.
Mirando hacia adelante, la atención se centrará en dos eventos cruciales durante la próxima semana: los resultados de las negociaciones comerciales y la reunión de la Reserva Federal. Aunque no se anticipa un recorte de tasas de interés en esta ocasión, el comunicado y la posterior rueda de prensa del presidente de la Fed serán analizados minuciosamente. El mercado buscará cualquier señal sobre la postura del banco central respecto a futuras flexibilizaciones monetarias. La guía a futuro que ofrezca la Fed será determinante para la trayectoria del dólar, los rendimientos de los bonos y, por consiguiente, para el oro.
En conclusión, el actual impulso del oro está sólidamente fundamentado en una combinación de debilidad del dólar, menores rendimientos y una prima de riesgo geopolítico y comercial que parece lejos de disiparse. Más que una subida especulativa, estamos viendo al mercado nuevamente acudir al valor intrínseco del oro como ancla de estabilidad en tiempos de incertidumbre.
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