La relevancia de esta subida del oro durante los primeros compases de 2025 se hace aún más notoria si la comparamos con otros referentes de los mercados globales. Mientras el índice del dólar registra una caída, el petróleo se encuentra estancado, Bitcoin avanzando marginalmente, el S&P 500 subiendo un 4%, el MSCI Global un 5% y el MSCI de Mercados Emergentes un 7%.
Frente a todos ellos, el oro brilla con sus dos dígitos de crecimiento. Y lo más llamativo es que esto ocurre en un periodo tradicionalmente modesto para el metal dorado, ya que, desde la década de los 80, el promedio histórico de enero-febrero tiende a rondar un alza de apenas 1%. Es decir, este 11% va muy por encima del patrón estacional típico.
A modo meramente ilustrativo, el ímpetu del metal dorado durante el 2024 fue caracterizado por varios factores principales:
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Al iniciar 2025, los participantes del mercado continúan considerando el apoyo que brindarían los recortes de tasas. Sin embargo, el panorama se ha tornado algo más comedido:
Es importante destacar que esta normalización adicional, aunque más moderada, con la excepción del caso del BCE, no parece ser el principal impulsor del repunte del oro. El mercado ya ha descontado en gran medida una menor normalización y asume que los bancos centrales, especialmente la Fed, actúan con mayor cautela ante el riesgo de una inflación persistente. Además, existe el potencial de que las políticas comerciales del presidente Trump reaviven las presiones inflacionarias.
Otro elemento que ha sido, y sigue siendo, crucial para el metal dorado es la demanda de los bancos centrales. Aunque se espera que en 2025 sea algo menor (cerca de 900 toneladas, frente a las más de 1,000 de los últimos tres años), continúa siendo un nivel históricamente alto. La razón principal radica en la necesidad de diversificar activos vinculados al USD y a políticas alineadas con Occidente, así como en la búsqueda de refugio ante escenarios de alta incertidumbre como las guerras comerciales, lo que sostiene un fuerte apetito por los lingotes.
Si hay un factor que está generando titulares y, a la vez, sembrando incertidumbre, es el renovado proteccionismo de Donald Trump, quien asumió su segundo mandato presidencial el pasado 20 de enero de 2025. La secuencia de aranceles anunciados en las primeras semanas de su gobierno ha sido frenética:
Esta serie de acciones ha reavivado la incertidumbre de un choque comercial que podría repercutir en las cadenas de suministro y la estabilidad económica global. Cuando aumenta la desconfianza y los mercados no pueden cuantificar con precisión los daños, el oro recupera su papel histórico de refugio seguro.
Los inversores se encuentran nuevamente a merced de patrones de incertidumbre similares a los de la primera presidencia de Trump, cuando las tarifas arancelarias se emplearon como principal herramienta de negociación y presión. Esto invita a muchos a protegerse en activos como el oro, que tiende a beneficiarse en periodos de incertidumbre.
La confluencia de todos estos factores —una política monetaria aun normalizándose, la persistente demanda de bancos centrales y las tensiones comerciales— ha llevado a diversas instituciones a pronosticar que el oro podría escalar a los 3,000 dólares la onza en los próximos meses. Incluso, algunos bancos de inversión, como Goldman Sachs, han actualizado sus proyecciones hasta los 3,100 dólares, superando el nivel psicológico clave.
Es importante señalar un escenario alternativo, al que hasta hace poco me adhería, que sugiere que un endurecimiento comercial podría generar presiones inflacionarias que forzaran a la FED a detener cualquier plan de recorte de tasas o, en un caso extremo, incluso considerar nuevas subidas. Aunque este ya no es el escenario base, principalmente porque la administración, pese a generar una gran incertidumbre, ha optado por un enfoque más metódico en la implementación de aranceles.
Antes de la toma de posesión, el temor radicaba en la posibilidad de medidas mucho más amplias, agresivas y generalizadas. Sin embargo, la estrategia de Trump parece más calculada. Aun así, no se puede descartar que una escalada arancelaria termine avivando la inflación. Si eso ocurre, la Fed podría verse obligada a endurecer su postura, alterando la dinámica operacional del oro.
En el plano técnico, el oro mantiene la clara formación de máximos crecientes, un síntoma de continuidad ascendente. Tampoco se observan divergencias negativas en indicadores como el RSI en el gráfico diario, por lo que no existen señales contundentes de una posible corrección de mayor amplitud.
El nivel psicológico de 3,000 dólares la onza resalta como el primer gran objetivo y, de hecho, cuando observamos un gráfico semanal, existen objetivos potenciales dadas las más recientes estructuras de avance en torno a los $3,040 / oz.
La notable carrera alcista del oro en este inicio de 2025 es el resultado de las nuevas tensiones comerciales de la administración Trump y la todavía sólida demanda de los bancos centrales. El cruce de estos factores ha otorgado al metal dorado una posición privilegiada frente a otros activos, dejándolo como el líder de rentabilidad en lo que va del año.
Para aquellos que buscan diversificar sus exposiciones, el oro parece, una vez más, ejercer su función de “refugio por excelencia”, sobre todo ante un panorama geopolítico y macroeconómico que sigue plagado de interrogantes. El umbral de los 3,000 dólares ya no se ve como una ilusión lejana, sino como un objetivo cada día más plausible. Sin embargo, la ruta no está libre de desafíos: una ola inflacionaria inesperada podría alterar los planes de la Reserva Federal y, con ello, modificar la trayectoria ascendente del metal.
Mientras persista este clima de volatilidad y las preguntas sobre el desenlace de las guerras comerciales se mantengan en el aire, el oro seguirá acaparando titulares y, potencialmente, superando sus propias marcas históricas.
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