Esta acción, que marca la primera vez desde 1917 que el país pierde su máxima calificación por parte de las tres principales agencias, ha enviado una onda de choque a través de los mercados globales, resultando en una jornada con efectos predominantemente negativos para los activos estadounidenses.
La rebaja de Moody's no es un evento aislado, sino la culminación de preocupaciones latentes y crecientes sobre la salud fiscal de la mayor economía del mundo. En efecto, el dólar estadounidense se ha posicionado como la divisa de peor desempeño entre las principales durante la sesión actual, con el índice DXY —que mide su fortaleza frente a una cesta de seis monedas relevantes— experimentando una caída del 0.65%.
La agencia calificadora fundamentó su decisión en serias preocupaciones sobre la abultada deuda gubernamental, que ya alcanza los $36 billones, y un déficit presupuestario en expansión. Las proyecciones son alarmantes: se espera que la deuda pública escale del 98% del PIB en 2024 al 134% para 2035, y que los pagos de intereses consuman hasta el 30% de los ingresos federales en la próxima década. Los mercados están enviando una señal clara: la trayectoria fiscal actual de EE. UU. no es sostenible sin ajustes significativos. Moody's fue explícita al criticar la "parálisis política" y la falta de acción efectiva por parte de sucesivas administraciones para atajar esta creciente carga.
Esta incertidumbre fiscal se ve exacerbada por el entorno económico general y por recientes iniciativas legislativas. La aprobación por un comité clave del Congreso de un paquete de recortes fiscales propuesto por la administración Trump, que contempla cientos de miles de millones de dólares en reducciones de impuestos sin compensaciones de gasto claras, ha intensificado los temores sobre la sostenibilidad fiscal a largo plazo. Aunque se argumenta que dichos recortes impulsarán el crecimiento, la ausencia de un plan de financiación detallado genera escepticismo.
La reacción del mercado ha sido palpable más allá de las divisas. Los principales índices bursátiles de EE. UU. han operado en terreno negativo, con el S&P 500 cediendo un 0.9%, el Nasdaq un 1.3% y el Dow Jones perdiendo alrededor de 250 puntos. Los rendimientos de los bonos del Tesoro también han reflejado el aumento de la percepción de riesgo, con el bono a 10 años superando el 4.5%.
Este recorte crediticio es una llamada de atención inequívoca para Washington. La necesidad de estrategias fiscales sostenibles es más urgente que nunca si se quiere mantener la confianza de los inversores a largo plazo. Si bien el estatus del dólar como principal moneda de reserva mundial y la profundidad de los mercados financieros estadounidenses ofrecen un colchón, la erosión de la confianza es un factor que no puede ser subestimado. Los próximos pasos en materia de política fiscal serán claves para la estabilidad del dólar y la percepción global del riesgo soberano de Estados Unidos.
Técnicamente hablando, este descenso lo acerca a niveles técnicos clave como el nivel psicológico de 100 y con la atención puesta nuevamente en el retroceso de Fibonacci del 61.8% en torno a los 99 puntos, un umbral que podría definir la trayectoria a mediano plazo del billete verde.
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