El metal precioso registró un avance superior al 3% durante la jornada de mitad de semana, recuperando con decisión la barrera psicológica de los 3,000 dólares por onza troy y apuntando con rapidez hacia el nivel de los 3,100 dólares.
Este resurgimiento no es un evento aislado, sino la manifestación de una creciente toma de precauciones en un entorno macroeconómico y geopolítico cada vez más complejo. El oro demuestra una vez más su resiliencia y su rol fundamental como activo refugio en tiempos de elevada incertidumbre. La principal fuerza motriz detrás de esta dinámica es la alarmante escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Lejos de vislumbrarse una solución diplomática, las tensiones entre las dos mayores economías del mundo se agravan día tras día.
La reciente decisión de China de elevar sus aranceles recíprocos sobre bienes estadounidenses hasta un 84% —una respuesta directa a la imposición por parte de Washington de gravámenes que alcanzan el 104% sobre productos chinos— marca un nuevo y peligroso capítulo en esta disputa. Esta medida se suma a una serie de acciones y reacciones que han caracterizado el conflicto desde 2018, incluyendo el breve paréntesis del acuerdo "Fase Uno" y la intensificación de restricciones tecnológicas y arancelarias bajo las administraciones sucesivas. Lo que estamos presenciando es una espiral de represalias que amenaza con fracturar el orden comercial global establecido.
Consecuentemente, las probabilidades de una recesión económica global para 2025 han aumentado considerablemente, una advertencia que resuena en los análisis de múltiples economistas, banqueros e inversores. Este temor se refleja en los flujos de capital: el Consejo Mundial del Oro informó que los ETFs respaldados por oro físico atrajeron entradas netas por 21.1 mil millones de dólares (226.5 toneladas métricas) en el primer trimestre, el mayor flujo trimestral registrado en los últimos tres años, subrayando la búsqueda de seguridad por parte de los inversores.
Desde una perspectiva técnica, el impulso alcista del oro parece tener margen para continuar. Habiendo superado la resistencia de los 3.000 dólares, el camino hacia los 3.100 y posteriormente los 3.200 dólares parece despejado. Técnicamente, el potencial alcista se mantiene intacto, con proyecciones que apuntan incluso hacia la zona de los 3,350 dólares por onza, correspondiente a la extensión de Fibonacci del 161.8% del movimiento alcista previo.
En conclusión, el precio del oro continuará siendo un barómetro sensible a la evolución de las tensiones comerciales y al sentimiento de riesgo global. Mientras la disputa entre Estados Unidos y China siga intensificándose y proyectando sombras sobre la economía mundial, el metal amarillo probablemente mantendrá su atractivo no solo como refugio, sino como un indicador clave del nivel de tensión en el sistema financiero internacional. La volatilidad seguirá siendo alta, y la dirección futura del oro estará intrínsecamente ligada al desarrollo de este complejo escenario geopolítico.
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