Este cambio de tendencia ha dejado a los operadores preguntándose: ¿por qué los mercados retrocedieron justo cuando se dieron a conocer las "buenas noticias"? ¿Qué asuntos pendientes aún se esconden tras esta pausa temporal en las negociaciones? ¿Y qué señales macroeconómicas definirán el siguiente capítulo de este complejo enfrentamiento?
Desde una perspectiva macroeconómica, los aranceles afectan a China y a EE. UU. de maneras muy diferentes. Para EE. UU., los aranceles equivalen a un choque del lado de la oferta, que eventualmente podría aumentar la inflación y reducir los márgenes de beneficio corporativos. Para China, el impacto es más del lado de la demanda, afectando directamente a las exportaciones y la inversión.
A corto plazo, los datos de EE. UU. aún muestran resiliencia. Las nóminas no agrícolas de abril superaron las expectativas, y tanto los PMI manufactureros como los de servicios también superaron las expectativas. Los bajos precios del petróleo y una anticipación en las importaciones también han mantenido la inflación bajo control. Pero si los aranceles altos persisten, el escenario de estanflación que teme el presidente de la Fed, Jerome Powell, podría volverse cada vez más real: crecimiento lento junto con una inflación persistente. Eso limitaría severamente el margen de la Fed para flexibilizar la política en respuesta a una recesión.
Políticamente, las elecciones de mitad de mandato de EE. UU. de 2026 se acercan rápidamente, y las restricciones fiscales se están endureciendo. Con una deuda nacional que se dispara a $36 billones, el problema ya no es solo sobre los déficits: es una crisis estructural. Los aranceles, los déficits y la deuda forman un triángulo tóxico, haciendo que las negociaciones no sean opcionales para Washington, sino imperativas.
En contraste, China ha adoptado un enfoque más mesurado y proactivo. Antes de las conversaciones arancelarias y la próxima reunión de la Fed, Beijing implementó una serie de medidas de flexibilización diseñadas para anclar las expectativas del mercado. Creo que hay dos razones principales detrás de este momento.
Primero, lanzar estímulos durante la calma posterior a las vacaciones y tras cifras de PMI de abril más débiles ayuda a amortiguar la presión a la baja sobre la economía. Segundo, al alinear estas medidas con una ventana de apreciación del CNY/CNH, China ha ayudado a aliviar las preocupaciones sobre salidas de capital y volatilidad de la moneda.
En el ámbito de las políticas, el paquete de estímulo incluye un recorte de 50 puntos básicos en los requisitos de reserva para los principales bancos, reducciones específicas del RRR para las empresas de financiamiento y arrendamiento de automóviles hasta cero, un recorte de 10 puntos básicos en la tasa de política, tasas de interés más bajas en varias herramientas respaldadas por políticas y cuotas ampliadas para programas de préstamos dirigidos.
Los mercados de capital también se han unido al esfuerzo. Las autoridades han fusionado herramientas de apoyo al mercado, relajado las restricciones sobre la entrada de capital de seguros en el mercado y dirigido a las instituciones financieras a establecer unidades de inversión dedicadas centradas en acciones tecnológicas y bonos de innovación.
Esta ola de estímulo no se trata solo de impulsar el sentimiento: apunta a reactivar la demanda interna mediante la expansión estructural del crédito, canalizando capital hacia mejoras tecnológicas, consumo ecológico y servicios de atención a personas mayores. Estos movimientos apoyan el reequilibrio a largo plazo y reducen la dependencia de la demanda externa, convirtiendo la presión pasiva de los aranceles en una base para la resiliencia futura.
La estrategia de diversificación de exportaciones de China también está ganando terreno. Mientras que las exportaciones del primer trimestre a EE. UU. cayeron un 11,2% interanual, las exportaciones a la ASEAN y la UE aumentaron un 8,4% y un 3,6% respectivamente, mejorando la posición negociadora de China en futuras negociaciones.
Aunque ambas partes han acordado pausar nuevas medidas arancelarias, las tensiones fundamentales siguen sin resolverse. De hecho, los aranceles, originalmente una herramienta de castigo en medio de un casi congelamiento del comercio, pueden ahora servir como una verdadera palanca en una fase renovada de negociaciones a medida que se recuperan los flujos comerciales.
Reducir los aranceles desde niveles "irracionales" a tasas más manejables alivia la presión inflacionaria en EE. UU. y proporciona un respiro para las exportaciones y la demanda interna de China. Aun así, la tasa arancelaria promedio actual del 30% sigue siendo una carga significativa para las empresas chinas, mientras que EE. UU. continúa lidiando con desequilibrios fiscales y comerciales no resueltos. Cualquier acuerdo, por lo tanto, podría ser más un alto el fuego temporal que una solución duradera.
Mientras tanto, Washington puede escalar las tensiones en otros ámbitos: desde sanciones más estrictas a empresas tecnológicas chinas y controles de exportación más rigurosos sobre componentes críticos, hasta impulsar la reubicación de cadenas de suministro a través del sudeste asiático y México. En otras palabras, el campo de batalla puede cambiar, pero la rivalidad perdurará.
Incluso con las tensiones comerciales disminuyendo por ahora, los mercados siguen siendo cautelosos. El segundo trimestre será crítico para evaluar las direcciones políticas y los cambios de sentimiento en ambos lados.
En lo que respecta a las negociaciones arancelarias, ambas partes ya se han alejado de aranceles superiores al 100%, lo que hace altamente improbable que volvamos a ver niveles cercanos a ese. Dicho esto, el Secretario del Tesoro, Bessent, ha insinuado un posible nuevo acuerdo de compras por parte de China. Pero la historia ofrece una advertencia: si China, como en 2019, mantiene la ventaja en las negociaciones mientras adopta una estrategia de "prometer sin cumplir", podría erosionar aún más la influencia de EE. UU. y, a su vez, brindar un mayor apoyo a los activos chinos.
Los inversores ahora observan de cerca avances reales en tres frentes en EE. UU.: negociaciones arancelarias, recortes de impuestos y reducciones de tasas. Sin al menos uno o dos resultados concretos, las valoraciones de activos de riesgo podrían volver a estar bajo presión a medida que se reevalúan los riesgos relacionados con los aranceles.
En China, la actual tregua arancelaria ya ha ayudado a mitigar algunos riesgos externos. Muchos creen que el objetivo de crecimiento anual del 5% puede alcanzarse sin un nuevo estímulo masivo. Sin embargo, si los datos económicos mejoran significativamente en el segundo trimestre, la reunión del Politburó en julio podría marcar el próximo giro en la política. En el contexto de un optimismo de mercado liderado por la IA y una demanda interna impulsada por estímulos, los sectores tecnológicos y de consumo siguen siendo áreas clave a observar.
En resumen, una tregua arancelaria no significa que los riesgos hayan desaparecido. La reanudación de los flujos comerciales no significa que se haya reconstruido la confianza. Las negociaciones entre EE. UU. y China están lejos de haber terminado, y los mercados seguirán buscando un equilibrio entre el optimismo y la cautela.
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